domingo, 5 de febrero de 2012

Ainhoa Arteta: «En mi casa no se habla de ópera, se habla de caballos»


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Los domingos que no está cantando o viajando para cantar, a Ainhoa Arteta hay que buscarla en el Real Club de Polo de Barcelona


Nos sonríe desde las alturas de Gonie, sereno animal holandés de catorce años. La profesora de equitación pregunta a su famosa alumna si quiere quitarse el chaleco protector para las fotos. Sería una coquetería comprensible. Pero la diva se niega en redondo: «No me puedo permitir el lujo de caerme y romperme una costilla, con la poca gracia que le hace a mi agente que yo monte».

La tensión entre fondo y forma la vive lo mismo a caballo que a pie. Nos queda claro cuando se apasiona denunciando la actual tendencia en la ópera a hacer prevalecer el físico sobre la voz gracias a que las nuevas tecnologías permiten «corregir insuficiencias vocales». Un minuto: ¿engañan al público en los grandes coliseos de la lírica? «No, en el teatro las voces son de verdad», precisa Arteta, «pero en las versiones grabadas en vivo para el cine sí se maquillan mucho».

¿Acabaremos viendo ópera cantada en play-back por Tom Cruise, como se temía el tenor Aquiles Machado? Claro que Aquiles Machado dijo eso después de que el Teatro Real le rescindiera un contrato a raíz de su sobrepeso de entonces. La gracia es que Ainhoa Arteta enarbola la misma bandera siendo una de las cantantes más atractivas del mundo. «A mí nunca me han puesto pegas por el físico, pero me las empiezan a poner por la edad», cuenta con aplomo. «Yo digo siempre que tengo 47 años. Pues mi agente me ha empezado a decir que me lo calle… cuando yo de lo que estoy más orgullosa es de mi madurez como mujer (su hijo de dos años, Iker, corretea alrededor) y como cantante. Un cirujano es mejor a los 40 que a los 20, porque tiene mucha más experiencia. Con la ópera pasa lo mismo».

No es extraño que le apasione la hípica, que tiene en común con la ópera «que tras el glamour se esconde muchísimo sacrificio». Ella lo sabe porque su pareja, Jesús Garmendia, es jinete profesional. Se conocieron cuando Ainhoa quiso aprender a montar un potro que le habían regalado unos amigos de Sevilla. Así volvió a encontrar el amor tras su traumática separación del barítono norteamericano Dwayne Croft (padre de su hija Sarah, de once años) y descubrió un mundo que la cautiva. «En mi casa no se habla de ópera, se habla de caballos», se ríe.

Por amor a Jesús Garmendia fijó Ainhoa Arteta su residencia en Barcelona, donde ahora mismo prepara «La Bohème» para el Liceo. «Quizá será una de las últimas veces que cante el papel de Musetta…», avisa mitad con ilusión, mitad con nostalgia. Los días se le van en ensayos y en el estudio de nuevos repertorios; entonces procura que el ocio sea muy familiar.

A diario madruga a las siete para llevar a su hija mayor a la escuela. Los domingos Ainhoa se levanta apenas una hora más tarde, a las ocho. Desayuna más frugalmente de lo que quisiera —«como hay que cuidarse, me suelo conformar con un batido»— y luego se va toda la familia «al Polo», como lo llaman los habituales. Jesús va a hacer su trabajo —de lunes a domingo—, Ainhoa y Sarah van a sus clases de equitación, Iker curiosea con sus ojos grandes, grandes, y luego comen todos juntos, o en el mismo Polo o en casa. «Por la tarde nos gusta estar un rato en plan siesta, lo que yo llamo el tumbing», se ríe. Al final del día van a dar una vuelta o al cine. Cenan pronto, y a dormir a buena hora.

La que ha sido llamada la «top model» de la ópera es, pues, una mujer devota de la familia, que incluye no solo a los presentes, sino también a los que se han ido. Particularmente a su madre, Esther, fallecida hace cuatro años. «Mi madre ha sido y es el motor de mi vida —se emociona—, no hay día que no la nombre, que no la piense, que no la añore». Lleva una pulsera en forma de mariposa «porque al morir mi madre me encontraba mariposas blancas por todas partes». ¿Como las mariposas amarillas que mágicamente precedían la aparición de Mauricio Babilonia, un personaje de Gabriel García Márquez? «Yo no sé si creer en estas cosas, pero desde entonces, en situaciones importantes de mi vida, incluso si es en mitad del invierno, veo mariposas blancas…».

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